“La mentira tiene patas cortas”, decían. Luego alguien retrucó: “Miente, miente que algo quedará”. Y las dos frases tienen su parte de verdad y su parte de trampa.
La vida nos muestra que lamentablemente la mentira, con sus patas cortas, avanza como la tortuga, lentamente pero sin pausa. Y, a veces, tarda mucho en ser descubierta y desenmascarada, pero en otras ocasiones, cuando es demasiado burda, no puede sostenerse y cae por su propio peso.
Es cierto, tarde o temprano la mentira se descubre y la venda cae de los ojos que no quieren ver.
Todo será en vano: los improperios, los insultos, las acusaciones, los “aprietes” y los griteríos. Sólo la respuesta con hechos concretos mostrará la verdad, ésa que tarda en llegar, pero llega.
Quizá tarde y después de muchas pérdidas inexcusables, pero llegará, porque no se puede tapar el sol con una mano; y aunque nadie es dueño absoluto de la verdad, ésta esparce su luz muchas veces cruel e impiadosa, pero siempre preferible a la pelumbra de las verdades a medias o de las mentiras piadosas. Nadie con buen sentido quiere tener razón por orgullo personal, y es de grandes admitir errores, asumirlos y llegar a la verdad.
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